Uno de los episodios más crueles que ha dejado la guerra en Colombia y, en concreto, el accionar paramilitar en los rincones de la denominada Colombia profunda ha sido el asesinato del campesino chocoano Marino López. El 27 de febrero de 1997, militares y pramilitares que operaban conjuntamente, acabaron con la vida de este agricultor de la manera más cruel posible: lo obligaron a bajar unos cocos, lo acusaron de guerrillero, lo insultaron, lo golpearon, lo descuartizaron, le cortaron la cabeza y con ella jugaron fútbol.
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El episodio, difícilmente, se ha borrado de la memoria de los colombianos. Por eso, no sorprende que cualquier persona se sienta amenazada cuando le dicen que con su cabeza podría repetirse la misma historia. Y eso fue lo que denunció en las últimas horas el candidato presidencial, Gustavo Petro, quien a través de las redes sociales recibió un mensaje intimidante de un twittero que afirma querer jugar fútbol con su cabeza. El mensaje exacto es el siguente:
“Yo quiero hacer la paz twittera, con los seguidores del guerrillero Petro. Les propongo que, en los próximos días, que gane nuestro Iván Duque, los invito a que realicemos un partido de fútbol en el estadio el Campín. Pero como no va a haber balón, utilizaremos la cabeza de Petro”. El mensaje corresponde al usuario @DiazMafermapu, y tiene 1.119 seguidores. Se afirma seguidor del uribiso y se hace llamar El cordobés.
La reacción del candidato fue inmediata. A través de su cuenta de Twitter pidió a las autoridades investigar quién está detrás de esta amenaza. “¿Qué opinan de esto? ¿No sería bueno que el fiscal general de la nación se pronunciara ubicando las personas reales detrás de estas amenazas?”, se cuestionó Petro. Una solicitud que, de hecho, podría tener consecuencias jurídicas como las que se registraron en 2009 cuando un usuario de Facebook amenazó a Jerónimo Uribe, hijo del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez.
Por esa época, un estudiante de 23 años, Nicolás Castro, fue enviado a la cárcel La Picota, quien creó un grupo de Facebook para intentar persuadir, según las autoridades, a varias personas de asesinar al hijo del exmandatario. El estudiante, sin embargo, se declaró inocente tras argumentar que apenas era un estudiante y no un terrorista.
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Evidentemente, lo ocurrido en las últimas horas a través de las redes sociales lo que refleja es el lenguaje polarizado y violento con el que se está desarrollando la campaña política de cara a las elecciones presidenciales del 27 de mayo. Un reto no menor para los ciudadanos y su responsabilidad en torno a la libertad de expresión, dada la amplitud que tiene su significado.
El tema ya ha sido tocado recientemente por las autoridades electorales y expertos en la materia, pues aunque son conscientes de que este tipo de hechos se presentan cada vez más seguido, no es tan fácil proponer una reforma que regule el comportamiento de los usuarios en las redes sociales. Lo anterior, dado que no es tan fácil identificar la línea que divide un mensaje de odio de un mensaje polémico o, incluso, de una amenaza real.
Ocurrió, por ejemplo, cuando la representante a la Cámara del Centro Democrático, Margarita Restrepo, publicó en su cuenta de Twitter imágenes de Claudia López, Sergio Fajardo, Humberto de la Calle e Iván Cepeda, entre otros, con las bocas tapadas con una cinta negra y el siguiente mensaje: “Bravucones inconsistentes, los callaremos en las urnas”. En respuesta, hubo una imagen que se hizo viral en la que aparecían fotos de mártires de la violencia como Guillermo Cano, Jaime Garzón, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Ossa o Carlos Pizarro Leongómez, acompañados de un mensaje que decía: “A estos bravucones también los callaron”.