Por Danier Porras Leal
Se fue a buscar la compañía, con Dios, el empresario, Ricardo Leal Porras, perteneciente, a la Dinastía de los Leal de Socotá, provincia de Valderrama departamento de Boyacá y padre de Yudy Leal Galán y de Wilbor y Leiver, los tres destacados profesionales sogamoseños.
Esposo de Victoria Galán – en un amor surgido entre las ventas, llanera, cual más, oriunda de Yopal, vereda El Tiestal al igual que toda su gran familia.
Ricardo Leal, partió en momentos, que el creador, consideró debía hacerlo y hoy lo lloran todos sus allegados- que tuvo muchos- porque formó un estilo de vida, que deja buenos frutos a la sociedad colombiana.
Yudy hoy está a punto de ser Magistrada del Consejo de Estado, Wilbor ejerce un importante cargo en la secretaría de educación de Yopal y Leiver se dedicó a estar con sus padres, para los momentos difíciles que ha vivido antes de la partida de su apreciado, “viejo.”
Es una familia muy unida y a cuanto paseo, en Colombia o en el exterior o a cuanta rumba los invitaban, iban juntos, con su Ricardo querido.
Ricardo Leal Porras, primero fue campesino, como los mejores y luego se dedicó a las ventas, que le dejaron buenos resultados económicos y mas que clientes buenos amigos, en media Colombia.
Campesino, guapo y trabajador, con un amor, por la tierra, en su finca la Simarrona, de la vereda de Parpa en Socotá, donde transcurrió su niñez y su juventud, amor- tal vez inculcado por su madre Rosa- que le enseñó a labrar en esta zona boyacense, de paisajes montañosos y clima frío para producir, papa, trigo, alverja, habas, cebada o cualquier otro alimento de la campiña boyacense.
Aún se observan en las imágenes de la memoria a Ricardo Leal, en la era, construída cerca a la casa de sus ensueños, trillando el trigo, y botando tamo, al su alrededor o con una yunta de bueyes, haciendo surcos, para la siembra que correspondiera.
Un trabajo rudo, pero alegre y pese a que la labor era agotante, lo hacía y el sus demás coterráneos, con alegría y esperanza.
Campesino alegre y parrandero cual mas, se lleva para la eternidad, lo gozao en los bailes campesinos, de las veredas cercanas y las parrandas en las ciudades y jolgorios, con su mujer y sus hijos.
No quiso ser policía
Luego por la falta de oportunidades, para el agro colombiano, hubo necesidad de emigrar y lo hizo primero, vinculándose a la policía, en una escuela de formación en Bogotá, pero lamentablemente, el uniforme verde no fue su pasión y luego de encontrones con sus superiores, prefirió volverse a su Simarrona.
Con su papá Plutarco y su mamá Rosa, permaneció algún tiempo y luego su otro mentor, su cuñado Uriel Porras, se vino para Sogamoso, a rebuscarse la vida.
Vendedor viajero
Uriel comerciante de experiencia lo recomendó en la agencia de Tejicondor, en Sogamoso que necesitaba un vendedor, para ofrecer sus productos en los Llanos Casanareños y ahí comenzó su otra etapa.
Su trabajo, lo ejerció, con amor y constancia y nada lo amilanó, para llegar a Casanare, Meta, Cundinamarca, Santander y en otras partes, para conocer los negocios pueblo por pueblo y convertirse en uno de los mejores en este arte.
El Llano siempre lo atrajo y fue precisamente, en Yopal, donde conoció a Victoria, en el Almacén Central, propiedad de don Laurencio Cristiano, donde hoy funciona una farmacia de Cruz Verde.
Su matrimonio se celebró precisamente, en la vieja iglesia de la ciudad de los Yopos hace mas de 55 años y los festejos, en un establecimiento junto al Almacén La Garza, frente al parque principal, al menos eso dice lo que la memoria recuerda.
Mas de 50 años vivieron Ricardo y Victoria- entre luchas y momentos de esparcimiento con sus tres retoños que hoy avanzan en sus vidas, con su quehacer propio.
Victoria, con su educación con monjas, en sus épocas del bachillerato, formó un hogar con disciplina y su casa, siempre ha permanecido impecable, hasta en los más mínimos detalles e inculcó tanto en su esposo, como a sus hijos, la tenacidad, para hacer lo que se debía hacer.
El amor surgió entre las ventas viajeras, que Ricardo ejerció hasta cuando la salud se lo permitió.
Ventas, que hoy con la llegada de lo digital, parecen desaparecer con los mercados libres y tantas ofertas de productos varios.
Las ventas por los pueblos, con el vendedor exponiendo sus “cachibaches”, era una forma de ganarse la vida, pero también una forma de conocer nuevas personas, de hacer buenos amigos de intercambiar conceptos y dejar en cada pueblo un sentimiento de afecto.
El vendedor llegaba a los almacenes de Maní, Támara, Capitanejo, San Martín, Guateque o cualquier otra localidad del Casanare, Meta, Boyacá, o Santander- por solo mencionar algunos- primero a saludar y luego a conversar de política, de la salud del dueño del negocio, del clima del momento o cualquier ocurrencia, antes de comenzar a hablar de negocios.
De esa forma Ricardo Leal, dejó su nombre, pueblo por pueblo y hoy aunque todo ha cambiado, le recuerdan en muchas partes de Colombia, viendo su imagen.
Se va Ricardo, dejando sus historias forjadas, entre el campo y las ventas cara a cara que hoy las quiere acabar la tecnología.
Dios mío recíbelo en tu seno y dale la paz.
