A propósito de los debates presidenciales, conviene enunciar y comentar los peros de cada candidato, sin necesidad de caer en la polarización y en el fanatismo preocupante de algunos de los seguidores de cada campaña, que hacen evidente no solo la reticencia a reconocer los méritos de los otros aspirantes, sino además un desprecio y agresividad por sus ideales, en donde es injusto y reprochable que a Duque se le califique de candidato de “los paracos”, y a Petro como un “comunista” que va a traernos el desastre de “Maduro”.
Un mal heredado de la guerra independentista, que nos ha costado más de 200 años de guerra, porque lamentablemente en Colombia no tenemos la madurez ni la capacidad de reconocer nada al contrario, nos encanta tomar partido y tirar piedra desde cada trinchera, lo que indudablemente ha sido uno de los factores del enorme subdesarrollo de nuestro País, porque mientras que a principios del Siglo XX Estados Unidos construía un Canal interoceánico en el Istmo de Panamá, nosotros nos estábamos matando con lanzas y fusiles de pistón en la famosa “Guerra de loa mil días”, lo que nos ganó el diminutivo despectivo de “republiquilla”, por parte del Presidente estadounidense Theodore Roosevelt, cuando rindió informe al Congreso de su País sobre los motivos de usar la fuerza para quitarle a Colombia el entonces Departamento de Panamá.
Es curioso constatar cómo esa polarización continúa hasta nuestros días, en donde cada día los candidatos y sus seguidores se aferran aún más a sus tesis, y no permiten de ninguna manera darle crédito a lo planteado por los oponentes. Es el caso del candidato del Centro Democrático Iván Duque, quien no está dispuesto a reconocer ni un milímetro, ni un ápice a los avances en el proceso de paz con las FARC, que a mi manera de ver dio el primer paso para acabar con más de medio siglo de conflicto, siendo entonces fiel a los postulados de su mentor Uribe y el resto de su Partido, apartándose de su presumible visión de estadista y hombre de Estado para insistir en el supuesto fracaso del mencionado proceso, sin entender lo grande que sería que le abonara un reconocimiento al Proceso, y abriera las puertas para aportar en caso de ser elegido Presidente por los colombianos (debería aprenderle mucho a la tolerancia y concertación que ha demostrado el Gobernador de Casanare Alirio Barrera).
A propósito de Duque, me llamó mucho la atención uno de sus anuncios cuando visitó recientemente al Departamento, que no puedo resistir llamarlo como “oportunista” y “populista”, porque atreverse a anunciar que le va a devolver a Casanare el 50 por ciento to de las regalías, es un exabrupto porque eso significa quitarle la mitad de sus ingresos a los departamentos y municipios no productores, y estoy absolutamente que seguro que no sería tan torpe como para decir lo mismo en esos departamentos, porque entonces tendría que despedirse de su aspiración presidencial, aunque de todos modos se le abona el valor y la osadía, poniéndole de paso el primer reto a la Senadora electa de Casanare Amanda González, quien seguramente debe tener el borrador del proyecto de acto legislativo sobre lo que acaba de plantear Duque, no sin antes advertir que antes de terminar el período del Presidente Álvaro Uribe, el entonces ministro de Hacienda Óscar Iván Zuluaga
alcanzó a confeccionar una anteproyecto para reducir las regalías a las entidades productoras.
En contraste, el candidato Gustavo Petro reafirma su irrestricto respaldo al proceso de paz, sin tener la convicción ni la grandeza de plantear reparos al mismo. Es decir, lo mismo de Duque, pero al revés. Si Duque rechaza el proceso de paz, Petro no tiene la gallardía de reconocer los avances previos de las Fuerzas Militares para derrotar a la guerrilla. Lo reafirmo: Este es un país totalmente polarizado, que asume con fiereza su posición en cada bando, sin reconocerle absolutamente nada al contrario.
A Petro no se le puede desconocer su convicción política y social, su postura ideológica y honestidad a toda prueba, más su excepcional trabajo como legislador (incluso fue un férreo opositor en el Congreso de reducir las regalías a las entidades productoras); pero eso no lo salva de su pésima y trágica gestión como Alcalde Mayor de Bogotá, en donde promovió subsidios sociales a diestra y siniestra, sin ningún tipo de planificación y generando una cultura de lo fácil a la población; sin contar el caos que armó con el tema de las basuras; su estrategia tácita de no solo tolerar a los vendedores ambulantes, sino de promover su asentamiento en el peatonal que se inventó en la carrera 7 y en sitios tan claves como el túnel Ricaurte de Transmilenio, en donde reina el caos y la desidia, el ambiente rebuscador agresivo y el total irrespeto al ciudadano.
A esto se suma que autorizó que esta población se asentara con el mercado de las pulgas y puestos de comidas en el sector antiguo y colonial de la Candelaria (sin ningún tipo de higiene y salubridad), ratificando su desprecio a todo aquello que no sea primario y asistencialista, con la convicción enfermiza que darle paños de agua tibia a esta población lo hace “muy eficiente”, hasta tal punto que una vez se atrevió a decir que Peñaloza había ganado la Alcaldía por los sectores donde su administración no había repartido subsidios, sin dejar de mencionar que su omisión contribuyó a la destrucción Transmilenio, pero paradójicamente le dio un espaldarazo a lo buses del SIT, que se ganó el reconocimiento de ser el sistema de transporte más ineficiente y peligroso del mundo.
A Sergio Fajardo no se le debe olvidar que el ahora Senador electo Antanas Mockus perdió la Presidencia no solo por su desconocimiento sino por no asumir posiciones claras ante los problemas del País, tratando de convencer a todo el mundo que había perdido su aspiración porque sus votos nunca fueron comprados, cuando a la ahora de la verdad muchos aseguran que terminó contratando con el Gobierno Nacional, y respaldó a la larga a Santos en su segunda elección como Presidente.
Es desesperante cómo Fajardo no asume una posición clara sobre la problemática nacional, no dice ni pío frente al proceso de paz, ni mucho menos al modelo neoliberal que ha acabado con la seguridad social de los colombianos, ni mucho menos si se la va a jugar con una reforma laboral para darle condiciones justas y buenos salarios al trabajador; y estoy seguro además que no tiene ni la menor intención de incrementarle las regalías a los municipios y departamentos productores, porque su estilo es bailar al estilo de “songo sorongo”, con muy buenos asesores de imagen, tramando con el “discurso ambiental” y con la “conciencia ciudadana”, sin tomarse siquiera la molestia de aprovechar la claridad y brillantez de la Senadora Claudia López, a quien le cabe el Pais en la cabeza, y a la hora de la verdad es quién debería ser la candidata presidencial de la Alianza Verde, como se lo diré personalmente a una persona que respeto y admiro mucho: la Senadora electa Angelica Lozano.
A Germán Vargas Lleras lo acabó su soberbia, incluido el famoso coscorrón que le dio a uno de sus escoltas, que definitivamente terminó con la confianza de los colombianos, que en un momento dado se inclinaron por su aspiración presidencial, y que se acabó de desvirtuar cuando toma distancia de Santos y le da la orden a Cambio Radical para que se oponga a las iniciativas legislativas que aún le hacían falta al proceso de paz con las FARC, lo que lo mostró no solo pulsilánime sino además oportunista; y para colmo de males parece que hizo una fuerte inversión en plan de medios, porque de un momento a otro éstos empezaron a hablar como candidato opcionado a la Presidencia, aún cuando las encuestas y lo que se escucha en todos lo rincones del País es que no tiene ninguna posibilidad, no sin antes mencionar que es la segunda vez que Cambio Radical no alcanza una curul de la Cámara en Casanare; pero sin desconocer, eso si, su condición de hombre de Estado y su claridad en los planes y estrategias que necesita el Pais, que indudablemente lo consolidaría como un buen Presidente.
A Humberto de la Calle es necesario hacerle entender que este no es su momento, que lo fue solo a mediados de los noventa, pero que ahora se debe quedar con su aceptable papel como negociador del proceso de paz con las FARC, sin dejarle de mencionar que fue ministro de Gobierno del entonces presidente César Gaviria, quien introdujo el nefasto modelo neoliberal a Colombia, en donde reside precisamente la enorme crisis socioeconómica del País.
Coletilla: Un reflejo de la intolerancia a nivel nacional, fue la molestia expresada en redes sociales sobre una foto en “un camerino”, en donde esperaban y departían causalmente cada uno de los candidatos presidenciales, en un ambiente de expresión corporal bastante relajado y tolerante, que es impensable para mucho que están en las diferentes trincheras políticas, y que seguramente les extraña esta columna que ha cumplido con exponer lo diferentes “peros” de los candidatos, sin tomar partido absolutamente por ningún candidato (y que me perdonen mis grandes amigos de la Alianza Verde en Casanare).
*** Especialista “Gobierno y gestión pública territoriales”, Pontificia Universidad Javeriana.